INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA FUERA DE LA ACADEMIA

Mauricio Dimeo Coria


La filosofía tiene un gran desarrollo dentro de las instituciones, tanto que en México la investigación filosófica tiene su propio instituto (Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM) y existen carreras y posgrados de filosofía en varias universidades, tanto públicas como privadas. Pero ¿Cómo es la filosofía fuera de las instituciones académicas? O en todo caso, ¿Cómo debería ser?

La filosofía fuera de las instituciones es escasa, ya que se reduce a la venta de libros, los cuales están enfocados en un público familiarizado con la filosofía o suele circunscribirse a las obras más llamativas, como las de Nietzsche (El Anticristo, Más allá del bien y el mal, etc.). O incluso suele confundirse con las obras de esoterismo, que carecen de rigor argumentativo o de contenido filosófico.

Hay que considerar que la academia tiene cierta responsabilidad de que ocurra esta vulgarización de la filosofía, ya que rara vez enfoca su quehacer en beneficio de la población, la pregunta es: ¿La filosofía tiene que estar comprometida con la sociedad? Y la respuesta a mi parecer, es afirmativa; pues viene implicada la pregunta ¿Para qué hacer filosofía? En otras palabras, la filosofía no puede quedarse en las tesis académicas, ni en el lenguaje que sólo los especialistas entienden, ya que eso la esteriliza y la petrifica. Es necesario socializar la filosofía.

La filosofía tiene que estar al alcance de la sociedad en general, incluso porque la mayor parte del financiamiento viene de los contribuyentes, a los cuales debemos rendir cuentas e intentar retribuir desde nuestro campo de acción. Es decir, la filosofía tiene que socializarse, popularizarse. Esto no significa que tenga que vulgarizarse o limitarse a un lenguaje más simple, al contrario, la filosofía tiene que servir como una herramienta concientizadora de la sociedad. Que su conocimiento permita a cualquier persona comprender el mundo y adquirir la capacidad de transformarlo.

Este argumento conlleva a la siguiente interrogante: ¿Es posible acercar la filosofía a toda la sociedad? La respuesta es rotundamente afirmativa, ya que toda persona, por el hecho de ser persona, posee una concepción del mundo, una visión de la realidad y una idea general de cualquier problema fundamental del universo, tal como decía Gramsci, “la mayor parte de los hombres son filósofos, en cuanto que actúan prácticamente y su actuar práctico contiene implícitamente una concepción del mundo, una filosofía” (1970: 422). De modo que la labor del filósofo consiste en desarrollar tal semilla filosófica en la persona de a pié, en cuestiones como el significado de la vida y el sentido del universo, las cuales tendrían que ser los principales temas filosóficos, ya que históricamente se han considerado los más relevantes para la humanidad.

Dicho de otro modo,

¿Un movimiento filosófico no lo es sino en cuanto se dedica a desarrollar una cultura especializada para reducidos grupos intelectuales, o, por el contrario, lo es sólo en la medida en que, en el trabajo mismo de elaborar un pensamiento superior al sentido común y científicamente coherente, no se olvida nunca de quedar en contacto con los <sencillos>, e incluso encuentra en ese contacto la fuente de los problemas que hay que estudiar y resolver? Sólo por obra de ese contacto se hace <histórica> una filosofía, se depura de los elementos intelectualistas de naturaleza individual y se hace <vida> (Gramsci, 1970: 370).

En tal sentido, las filosofías actuales tienden a encerrarse en elucubraciones lógicas o en problemas individualistas como la angustia por la muerte, cuestiones que están sumamente alejadas de los problemas concretos y reales de la población en general, ya que muchas de sus dificultades están relacionadas con la opresión, la injusticia, la superstición y la ignorancia. Conceptos que la filosofía puede analizar y proponer su superación real, de modo que trascienda su tiempo.

La más famosa cita de Marx “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (1955:403), nos sugiere que dejemos de hacer filosofía de sillón, que salgamos al mundo y filosofemos partiendo de la realidad concreta. Esta forma de filosofar implica que la filosofía tiene que ser propositiva y no meramente crítica como suele serlo, es decir, la filosofía sólo puede ser transformadora cuando se inserta en la realidad social y sugiere su transformación.

En otras palabras, “el valor histórico de una filosofía es calculable a partir de la eficacia práctica que ha conquistado. Si es verdad que toda filosofía es expresión de una sociedad, tendría que reaccionar sobre la sociedad, determinar ciertos efectos positivos y negativos; la medida en la cual reacciona es precisamente la medida de su alcance histórico, de no ser elucubración individual, sino hecho histórico” (Gramsci, 1970: 275).

Por la misma línea, para que una filosofía trascienda su tiempo y no sea una mera víctima de sus circunstancias, tiene que ser capaz de insertarse en la sociedad, como un ingrediente más de su desarrollo, pues sólo así cumplirá su función histórica de ser una herramienta teórica de la humanidad, es decir, “la filosofía de una época no es la filosofía de tal o cual filósofo, ni la de tal o cual grupo de intelectuales, ni la de tal o cual gran parte de las masas populares: es una combinación de todos esos elementos, que culmina en una dirección determinada a lo largo de la cual ésa su culminación se hace norma de acción colectiva, o sea, se hace historia concreta y completa (integral).” (Gramsci. 1970: 422).

Todos estos argumentos son una invitación a los filósofos y a la sociedad, para que rompamos la brecha entre unos y otros, para que los filósofos dejen de hacer filosofía sólo para ellos mismos y de ese modo la sociedad se acerque a la filosofía, como un conocimiento que posibilita un pensamiento reflexivo, crítico, transformador, que si bien resuelve problemas que son generales, éstos también son importantes para la persona común.

Tenemos que transformar nuestra disciplina y nuestro quehacer, porque

la mayoría de los filósofos se limitan a comentar ideas de otros, o a hacer especulaciones estériles: no abordan problemas nuevos, no se enteran de lo que pasa en las ciencias y las técnicas, ni se ocupan de los principales problemas que afronta la humanidad. Por ejemplo, los ontólogos imaginan mundos posibles, pero ignoran el único real; los gnoseólogos siguen creyendo que las teorías científicas son paquetes de datos empíricos; los filósofos morales discuten a fondo el problema del aborto, pero descuidan los problemas mucho más graves del hambre, la opresión y el fanatismo (Bunge, en Martínez, 2003).

Respondiendo a la pregunta inicial: ¿Cómo sería la filosofía fuera de las instituciones hoy? La respuesta es: si la filosofía aún no está fuera de las instituciones se debe a que es filosofía muerta, de autoconsumo. Tenemos que llevarla fuera de la academia, para que se realice, para que tenga valor histórico, para que trascienda su tiempo y contribuya al desarrollo de la humanidad.

Consecuentemente, en la presente obra se abordan temáticas vinculadas a la vida cotidiana y política, desde una perspectiva propositiva y crítica.

En el primer capítulo: “La superación de la religión”, se indaga en el fenómeno de la religión desde sus orígenes, proponiendo una superación que pueda integrar sus aspectos más importantes como el sentido de identidad, de trascendencia y de justicia.

En el segundo capítulo: “Jugar futbol, su filosofía”, se estudia el fenómeno del futbol, se recuperan las aportaciones de algunos filósofos e intelectuales sobre el tema y se plantea una propuesta para su plena realización humana.

En el tercer capítulo: “Dialéctica natural-artificial”, se explora la relación que existe entre la naturaleza y la tecnología, planteando que no son ámbitos ajenos, sino inextricablemente concatenados, lo cual es fundamental para comprender el lugar que posee la humanidad en el universo.

En el cuarto capítulo: “La dignidad humana”, se analizan algunos de los principales problemas éticos en la actualidad, proponiendo una escala de valores que muestra en qué sentido debe aplicarse la moral para no atentar contra la dignidad humana.

En el quinto capítulo: “Lo que no es el neoliberalismo”, se clarifica el fenómeno del neoliberalismo, desnudando sus principales propuestas y mostrando sus debilidades, dado que representa un fundamento ideológico de la desigualdad a nivel mundial.

En el sexto capítulo: “Lo que no es el marxismo”, se critican los principales prejuicios en torno al socialismo científico, buscando sintetizar las tesis principales de esta teoría de la transformación social, dado que su aplicación en los socialismos reales no ha sido afortunada.

En el séptimo capítulo: “Dialéctica de las clases sociales”, se construye una teoría sobre la conformación de las clases sociales, que busca clarificar el papel que jugamos en la sociedad, así como las posibilidades de cada clase para la emancipación política.

En el octavo y último capítulo: “Por qué un partido obrero socialista”, se examinan las principales propuestas de transformación social, resaltando la importancia de conformar un partido político, aun cuando éstos sufran de un gran desprestigio social.

Bibliografía

Gramsci, Antonio, (1970) Antología, México: Siglo XXI.

Marx, Karl y Friedrich Engels, (1955) Obras escogidas en dos tomos, Tomo II, Moscú: Editorial Progreso.

Martínez, Eduardo. (2003) Mario Bunge, La filosofía no ha muerto, pero está gravemente enferma. Consultado en http://www.tendencias21.net/Mario-Bunge-la-filosofia-no-ha-muerto,pero-esta-gravemente-enferma_a150.html

Acerca de maudimeo

Filósofo y defensor de derechos humanos.
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